martes, 15 de julio de 2014

La picia de Dupont.


CONFERENCIA SOBRE LA BATALLA DE BAILÉN, PRONUNCIADA EN JAÉN EL 11 JULIO DE 2014 POR D. LUIS GÓMEZ.


“LA PICIA DE DUPONT”

Antes de nada, dar las gracias a la Asociación cultural “Iberia Cruor” de Jaén y al Centro Social “Bernardo López García” por haberme invitado a dar esta conferencia, así como a su presidente D. Mario Martos, y a todos los asistentes, pues es de agradecer que en una tarde, tan calurosa como la que hoy se ofrece, haya gente interesada en actos culturales y con ganas de aprender algo.

Mucho es lo que ya se ha contados sobre la BATALLA DE BAILÉN. Al conmemorar su bicentenario el pasado año 2008, se tuvo la oportunidad de conocer nuevas biografías, libros exclusivos así como una cantidad ingente de publicaciones y de noticias relacionadas con la heroica batalla, y es por ello que me resulta muy difícil el pronunciar una charla sobre este tema ante un auditorio, que estará expectante por conocer algo novedoso sobre ese asunto, y me sabe mal el desilusionarlos, pues las aportaciones que realizaré a lo largo de esta tarde, no son del todo innovadoras, aunque si creo que arrojarán un poco más de luz sobre algo que considero muy importante, que son, los errores que cometieron tanto Napoleón Bonaparte como su subordinado Dupont en los episodios acaecidos durante la invasión de España y la posterior Batalla de Bailén sucedidas durante el periodo histórico español conocido como “Guerra de la Independencia”.

Comencemos por el principio.

Napoleón Bonaparte era, al finalizar el siglo XVIII un joven oficial del ejército francés. Su país estaba inmerso en guerras con enemigos exteriores y al mismo tiempo destrozado por la Revolución interna. Aún así las coas, ese joven oficial supo demostrar un gran talento en el arte de la guerra, y llevó a los soldados franceses a grandes victorias, producidas muchas de ellas, frente a ejércitos más numerosos y oficiales y generales más veteranos que el propio Napoleón.

Pierre-Antoine Dupont de l'Étang es, junto al general Castaños, son los personajes más conocido de los que intervinieron en la famosa “Batalla de Bailén” (con el permiso de Reding, claro está).

Dupont no era un advenedizo en el arte de la guerra. Sus triunfos y su capacidad para comandar las legiones francesas estaba más que demostrado en el campo de batalla. Napoleón le tenía en gran estima, y no era Napoleón un sujeto fácil de convencer en esos aspectos. Fue el propio corso el que le otorgó el título nobiliario de conde, y el que lo promovió a altos grados en el escalafón militar. Entonces, ¿a qué se debió el estrepitoso fracaso militar en Bailén? Recordemos que las tropas españolas no estaban preparadas para enfrentarse en un combate de igual a igual con los franceses. Y por mucho que nos pese reconocer, la veteranía de los soldados gabachos, probados en más de cien batallas, superaba en mucho la justa pretensión de los españoles de defenderse del invasor. Pero lo que ocurrió fue algo sin precedentes. A los combatientes españoles ese día se unió la casualidad, la fortuna y el valor, y además, hubimos de sumar otros factores condicionantes, como lo fueron unas condiciones atmosféricas muy favorables y la merced que nos propició el propio Dupont, gracias a sus muchos errores tácticos.

Todo eso ya lo sabemos, pero el mayor error, el catastrófico y garrafal error de Dupont, fue obviar una de las estrategias más usadas por Napoleón unos años antes, y que Dupont, por avaricia, no llevó a la práctica en esas jornadas.

El genio militar

Napoleón, antes de ser el “demonio” que llegó a ser en los campos de batalla de toda Europa, había sido relegado a Egipto por sus propios compatriotas. Éstos sabían del ansia de poder del jovencito corso, y sabían así mismo el peligro que suponía para sus intereses, por lo que los políticos franceses optaron por retirarlo bien lejos de los centros de influencia y de poder parisinos para que no pudiera aprovechar ni su fama ni su ascendencia en el ejército y desplazar de la política a los que ocupaban los sillones en ese entonces. Pero la guerra, que es insaciable, acosaba a Francia, y se necesitaba del héroe de Áusterliz para enderezar la situación. Napoleón, en un gesto sin precedentes, abandona a sus soldados en Egipto, se embarca para el continente y llega a París. Toma el mando de las legiones y emprende una rauda y veloz sucesión de victorias frente a los enemigos de su nación. ¿Por qué gana tan rápidamente Napoleón a otros ejércitos igual de preparados y de curtidos en mil combates?

Napoleón había estudiado mucho la cuestión militar. El fue un pionero de lo que en la II GM se denominará la blitzkrieg o guerra relámpago. Hitler la pondría en práctica con posterioridad, pero fue Napoleón el que la usó antes que él. Y tal y como dirán de él los estudiosos de su estrategia militar, (Von Clausewitz, David Chadler, et) Napoleón no innovó nada en ese aspecto, sino que adaptó de forma magistral lo que otros generales y comandantes de la antigüedad (Julio César, Alejandro Magno, etc) ya habían hecho, pero adaptándolo de forma magistral a un ejército moderno como eran los que se formaron en el s XIX

Los ejércitos decimonónicos eran pesadas combinaciones de soldados y carros con los abastecimientos necesarios para el soldado y mandos. Los “trenes de carros” llevaban la comida, la ropa, pertrechos, pólvora, pero además llevaban forjas para herrar caballos o reparar las armas, panaderos con hornos portátiles para cocer el pan, sastres, cocineros etc. En definitiva llevaban todo lo necesario para que un contingente de soldados más o menos considerable pudiese practicar la guerra allí donde se le destinase. Este tipo de líneas de aprovisionamiento obligaban a los generales a planificar muy bien el desplazamiento de las tropas sobre el terreno, pues los carros no podían ir a mucha velocidad ni transitar por cualquier tipo de terreno. Por otra parte, la mayoría de los carros eran de civiles, los cuales habían recibido del ejército o del gobierno un estipendio por su colaboración. Cuando las cosas se complicaban, los civiles se negaban a marchar, temiendo perder sus posesiones: los carros. Las dificultades de la orografía o la climatología adversa, obligaban a retrasar las marchas de manera considerable, y eso era algo que Napoleón no estaba dispuesto a permitir. Es por ello, que una de las primeras medidas que adoptó como Primer Cónsul en 1800 fue la de que todos los carros deberían ser conducidos por soldados profesionales, no por civiles. Con ello se aseguraba menos retrasos, mejor eficacia y profesionalidad de los transportistas, (ya que recibían órdenes directas de los mandos) y una no menos importante ventaja, como era la de tener que destinar menos soldados a la vigilancia de la retaguardia e impedimenta. Un gasto considerable en algunas ocasiones.

Él Genio de Córcega fue uno de los que suprimió en la medida de lo posible ese problema. Llevaba por una parte los trenes de artillería con sus pertrechos, pero a los soldados de línea de los ejércitos napoleónicos se les obligaba a caminar con lo mínimo e indispensable. Sus armas y bayonetas, sus tiendas de campaña y capas para dormir al raso y poco más. Napoleón quería que el soldado viviese del terreno, por lo que sería la zona ocupada la encargada de mantener, alimentar o dar cobijo a sus soldados. Nada de lujos. En cuanto al botín o la rapiña, se habría de producir, siempre que la victoria estuviese asegurada.

Las legiones francesas conseguían de esa manera una movilidad sin igual. Sus tropas se movían hasta cuarenta o cincuenta kilómetros en una jornada. Ese tipo de velocidad sin precedentes en la época no se había visto nunca antes en tropas terrestres hasta la fecha. Los enemigos hacían los cálculos sobre el mapa. Calculaban las distancias y lo que se tardaba en recorrer (con los carros de la impedimenta) una determinada distancia. Escogían un lugar para descansar al final de la jornada y preparaban así el asalto o el combate para la jornada siguiente. La presencia inesperada de las águilas gabachas descolocaba a los enemigos, quienes no se lo esperaban, y quedaban desconcertados cuando sus exploradores o los soldados de avanzada informaban a los superiores que los franceses ya estaban a las puertas del campamento listos para el combate o algo mucho peor, que se encontraban a la retaguardia de sus filas, donde casi nunca se colocaba defensa suficiente

Bien. Pues eso que parecía algo tan obvio y que Napoleón llevó a la práctica en numerosas ocasiones, es algo que el “codicioso” Dupont no previó ese día de hace 200 años.

Ansioso por pacificar Andalucía y por demostrar su superioridad militar, Dupont, siguiendo órdenes, avanzó hacia el sur de España con ímpetu sin igual. Fue venciendo a todas aquellas localidades que se oponían a su paso u obediencia. Cada vez que esto ocurría, se daba licencia a los soldados para que saquearan a placer la población. La manchega Valdepeñas fue ejemplo de esto.

El descenso fue rápido y sin contratiempos. Algunas avanzadillas que intentaron entrar en Jaén capital por primera vez, para avituallarse, fueron repelidas. Esta vez no se tomaron represalias. Caminaron sin descanso por la orilla derecha del río Guadalquivir, llegando a Andújar, pasando por Montoro y al llegar a Alcolea, tuvieron el primer encuentro serio con los patriotas españoles.

En un artículo que tuve el gusto de publicar en la revista Cultural ÓRDAGO de Torredonjimeno y con posterioridad en LA RAZÓN HISTÓRICA, comenté lo que sigue sobre lo que ocurrió en Alcolea días antes de la gloriosa jornada de Bailén en 1808. Las todavía invictas tropas del general Dupont, marchan veloces camino del sur peninsular. Su destino es Cádiz, donde se encontraba reunido el Gobierno Provisional español. Su marcha era meteórica, ya que ninguna fuerza nacional podía hacer frente al disciplinado y profesional ejército napoleónico. El historiador Carlos Canales Torres comenta ese suceso en su libro al decirnos:

“El 5 de junio (Dupont) concentró a sus tropas en Aldea del Río (en realidad la localidad se llama Villa del Río), y el 7 llegó al Puente de Alcolea. Entre tanto la Junta de Sevilla había intentado apoyar a los cordobeses con tropas regulares que se unieron a los 15.000 voluntarios mal armados e indisciplinados agrupados por el teniente coronel Echevarri. Al llegar al Puente de Alcolea, y para su propia sorpresa, las tropas francesas se encontraron con una concentración de tropas regulares españolas que se enfrentaron sin vacilar a los franceses”.

Al parecer, las tropas francesas no esperaban resistencia en su camino hacia Córdoba, y les sorprendió el encontrar a soldados españoles y patriotas armados en las inmediaciones de Alcolea. Lógicamente, la falta de instrucción y la irregularidad del armamento de los españoles, hacían que la posición fuese muy difícil de defender, pero el objetivo principal era ganar tiempo, para que el resto del ejército español, aún disperso, se fuese reorganizando y pudiese dar la batalla al francés.

“La lucha fue intensa, -nos sigue diciendo el mismo autor- duró más de dos horas y tras combatir incluso en las casas del pueblo, las tropas españolas se retiraron a Córdoba ordenadamente. Tras intentar negociar con los defensores de la ciudad, unos disparos contra los escoltas del general francés desencadenaron un asalto feroz seguido de un brutal saqueo. Las violaciones, robos, asesinatos y asaltos no pudieron ser contenidos por los oficiales…”

Otro autor, Ricardo García Cárcel, en su libro “El Sueño de la Nación Indomable” dirá sobre los patriotas allí apostados que:

“Turba de gente mal montada y peor armada”, “Armas de varios siglos desde la daga al espadín”, “confusa ordenación”.

Serán algunas de las frases con las que el autor trate de explicar lo que allí se apostó frente al ejército profesional francés comandado por Dupont

Las noticias de que tropas españolas pretendían tomar el paso de Sierra Morena intranquilizaron al gabacho, quien dio media vuelta y puso rumbo a Bailén. Aquí es donde tomamos otra vez el curso de la narración y vemos lo que antes trataba de explicar. Las fuentes hablan que Dupont llevaba un tren de carros interminable. David Chadler, en su mencionada obra “Las Campañas de Napoleón” habla de hasta 500 carros de bagajes y hombres frutos del saqueo. Otras fuentes citan que estaba saliendo el último carro de la ciudad de Córdoba, cuando la cabeza del ejército francés llegaba a la localidad cordobesa de Montoro, distante más de 40 km de Córdoba capital. Ese tipo de exageraciones trataban de enfatizar en el volumen del saqueo producido sobre los cordobeses durante el asedio y asalto de la capital de la provincia.

Sus tropas habían arrasado Córdoba, y se habían llevado la plata, telas, grano, vino y todo lo que de valor había en las casas y templos de la ciudad. Se habían violado a todas las mujeres de Córdoba, muchas delante de los hermanos, esposos o hijos. Se asaltaron y se forzó a las monjas de los conventos de clausura, se degolló sin piedad a todo aquel que opuso resistencia. Durante tres días, el Infierno se instaló en Córdoba. Fruto de todo ello fue el botín ingente que se obtuvo, y eso provocó la ralentización de Dupont.

Sabedor de que los españoles le opondrían alguna resistencia, pero que no eran nada frente a sus experimentados soldados permaneció allí quieto demasiado tiempo. Ese error le llevó a tener un exceso de confianza, y a no planificar bien el posible combate que se avecinaba.

Obligado como estaba a mandar tropas de manera rápida a Sierra Morena para que persiguieran a Reding y controlasen así el paso de Despeñaperros, y por otra parte, sabedor que Castaños y más soldados caminaban por la otra orilla del Guadalquivir, Dupont se vio obligado a retener más soldados de lo normal para vigilar el kilométrico tren de carros fruto del robo y la rapiña.

Manda soldados a Jaén capital, que esta vez sí es arrasada y sometida. Dupont, el general que compartió con Napoleón las glorias de innumerables batallas en los campos de Europa, divide sus fuerzas en tres grandes grupos. Algo impensable. Napoleón dirá de él tras la derrota, que:
“Fue un gran General de División, pero un pésimo General en Jefe” (David Chadler, “Las Campañas de Napoleón. De Tolón a Waterloo”

Pero no sólo debemos achacar los errores tácticos a Dupont. Napoleón, ese “petite cabrón” como lo denomina el novelista Arturo Pérez Reverte en su novela “La sombra del Águila”, también había dejado escrito que, para evitar desgastes innecesarios de tiempo y de hombres, lo mejor para invadir un país era provocar un choque frontal con el ejército enemigo. Sabedor de su superioridad táctica en el campo de batalla, Napoleón confiaba en derrotar a los ejércitos de su época, pero en el caso de España realizó otra estrategia totalmente distinta.

Viendo el lamentable estado político en el que se encontraba la nación, donde los monarcas, padre e hijo, borbones ellos, se esforzaban un día sí y otro también por humillarse ante su consular figura, los cuales le ofrecían en mano la corona del Reino de España y el control de las colonias americanas, y viendo la lamentable política que llevaban a cabo personajes como Godoy, creía hacer un favor al pueblo español al librarlos de esa mala influencia y poner en su lugar el modelo de gobierno francés o un rey nuevo, como su hermano José Bonaparte.

Es por ello que engaña al pueblo. Envía tropas a España con la excusa de conquistar Portugal o luchar contra los ingleses, pero en realidad lo que hace es invadir el país. No acomete un combate frontal contra un supuesto ejército español. Tanto era lo que Napoleón minusvaloraba a nuestra nación, que no sólo no la atacó de primeras, sino que encima, envió a tropas bisoñas o extranjeras sin preparación para dominarla. Polacos, suizos o jóvenes franceses sin experiencia fueron los que se adentraron por los Pirineos para dominar a España.

El resultado ya lo sabemos. Fracasaron en la toma de Gerona, no tomaron Zaragoza, fueron repelidos de Valencia y fracasaron en Bailén. Así que no hace falta dar más explicaciones.

Conclusiones

Si Dupont no hubiese sido tan avaricioso. Si no hubiese tenido un contingente de pertrechos tan grande, y sus soldados hubiesen sido movidos con celeridad, el resultado hubiese sido muy probablemente otro. Si por otra parte, Napoleón, fiel a sus postulados, hubiese obligado al pueblo español a batirse en igualdad de condiciones, ejército contra ejército, en vez de traicionar o engañarlos con subterfugios (por muy acertadas que fueran sus apreciaciones sobre la calidad moral de sus reyes y dirigentes) la población civil no se hubiese rebelado de la manera en la que lo hizo. Al sentirse engañada, al verse ultrajada y vejada por soldados extranjeros, España enseño al mundo lo que era el concepto de la guerra total. Cada francés sólo era dueño del palmo de tierra que pisaban sus botas extranjeras, pero si esas botas se extraviaban del camino, si el soldado se perdía o se retrasaba en la retaguardia, los paisanos, encolerizados y llenos de sed de venganza, los acuchillaban sin piedad y mostraban su ira frente a ellos. En el libro “Guerrilleros” de Rafael Abella y Javier Nart se puede leer la siguiente nota:

“No tengo casa, no tengo ligámenes. No me queda más que mi país y mi espada. Mi padre fue raptado y fusilado en la plaza mayor de mi pueblo: nuestra casa fue quemada. Mi madre murió de pena; mi mujer, violada por el enemigo, pudo encontrarme (yo era voluntario de Palafox) y murió en mis brazos en el hospital de Zaragoza. Yo no sirvo a ningún jefe en particular. Soy demasiado miserable y me siento poseído, asaltado por los deseos de venganza para aguantar cualquier disciplina. Yo voy hacia donde oigo hablar que hay una acción. Si soy pobre, a pie, si el azar o el saqueo me han hecho rico, a caballo: yo soy para el jefe, el hombre más valeroso. Pero he jurado no plantar una viña, ni arar un campo, hasta que el enemigo sea arrojado de España”

Contra semejantes adversarios, ningún ejército es capaz de luchar, vencer o permanecer por mucho tiempo en un país. Eso es lo que España tuvo que padecer y gracias a ellos, enseñar a Europa como se ha de luchar frente a un invasor.

Muchas gracias por la invitación y espero, que esta humilde charla, les haya servido de algo.

BIBLIOGRAFÍA:

ABELLA, R. Y NART, J. “Guerrilleros” Temas de Hoy, 2007
MARTÍNEZ LAÍNEZ, F. “Como lobos hambrientos” Ediciones Algaba, 2007
CANALES TORRES, C. “Breve Historia de la Guerra de la Independencia” Nowtilus 2006
GARCÍA CÁRCEL R. “El sueño de la Nación Indomable” Temas de Hoy Historia, 2007
CHANDLER D. “Las Campañas de Napoleón” La Esfera de los Libros, 2005.
VON CLAUSEWITZ, C. “La Campaña de Rusia” RBA 2006
BARBERO, A. “Waterloo” RBA 2006
ESDAILE CH. “La guerra de la Independencia” Crítica, 2006

Enlace: Raigambre